martes, 12 de julio de 2011

Castigo Eterno.

Sol y Luna siempre quise escribir algo sobre estos dos astros y este relato fue lo que me quedó:

Castigo eterno:

   --¿Quiénes son los acusados?
         Doña Catalina Luna, Don Lorenzo Sol.
   --¿Quiénes los acusan? 
          Dos almas heridas.
   --¿De qué se les acusa?
          Traición.
    --¿Quién dicta sentencia?
           El populacho implacable.
    --¿Quién ejecuta la sentencia?
           La bruja Tierra.
     --¿Quién deja constancia en pergamino?
           Su amante Apodado: El Mar.
      Comenzaré por describir a la que sin ningún lugar a dudas era la mujer más hermosa que alguien podría nunca poner en la faz de la tierra.
    Era una mujer de ojos azules oscuros cual dos zafiros preciosos, cabellos rubios platinos de larga extensión, un cuerpo perfectamente formado además de una piel blanca igual que las perlas más hermosas.
    Ella se encontraba casada con un hombre que la amaba más que a su vida misma, y la colmaba de hermosos vestidos que la hacían verse como un ángel celestial. A lo que había que añadir las más extrañas y lujosas joyas que podía localizar.
    Pero a pesar de todo ello y de lo mucho que la amaba también era muy celoso de ella, pues cuando se posee la belleza celestial se tiene que tener mil ojos. Más que nada porque tu temor por perder lo que ya posees es muy grande, demasiado para poder controlarlo, y más a un hombre como con el que estaba casada.
    Sin ningún lugar a dudas la amaba como a nadie en este mundo pudo nunca llegar a amar, pero ella a él tal vez creyó en su momento que así era que era el ideal y el mejor de los candidatos, al menos hasta que llegó el fatídico día de la fiesta de compromiso de la hermana de su marido.
    Ella como siempre vestía uno de los vestidos que su marido le había regalado, hacía perfecto juego con sus hermosos ojos y con su pelo plateado aunque este lo llevaba recogido en un perfecto moño adornado con una pequeña guirnalda de perlas blancas.
   Sus ojos a pesar de que debían de mostrar una absoluta alegría no era así, pues aunque amaba y era amada había algo que fallaba y no era capaz a describir de qué se trataba.
    Como era de esperarse, la hermana de su marido era una mujer también de por más hermosa: de cabellos rojo fuego y ojos marrones era un poco más joven que ella tal vez uno o dos años, quien podría decirlo en una época en que la edad de la mujer se tornaba en tabú por miedo a las réplicas de la sociedad. Quien sabía cuál sería su edad exacta, solo aquellas que eran muy favorecías las decían sin reparos y con todo el descaro para dejar en claro que eran muy afortunadas pues su aspecto no correspondía para nada con su edad.
    Pero eso a ella no le importaba y a la hora de mi relato a trasmitir tampoco es muy importante, y mucho menos relevante. Así pues pasaremos al momento en que el padre de su marido entró a la sala de baile llevando a sus espaldas al joven galán que nos lleva a esta sala del tribunal:
    Un joven de ojos color oro llenos de fuego que mostraban su deseo de aventuras, su gran afán por el peligro, y sobre todo un brillo que a ella le llamó la atención en cuanto lo vio. Sus cabellos iban recogidos con un lazo y eran castaños intermedios, era un chico fuerte y que al parecer no le gustaba estar quieto y mucho menos el seguir ordenes, pues a pesar de que debería de ser un día feliz para él no lo parecía.
   Su ceño estaba fruncido y sus ojos no reflejaban alegría alguna, el padre de su marido comenzó a presentar al joven galán a todos los presentes:
    --Es un placer para mí presentarles al que se convertirá en mi nuevo hijo Don Lorenzo Sol, es uno de los personajes más ricos de su país y ha aceptado contraer matrimonio con mi adorada Elhiza. -y sin más señaló a su hija la cual al contrario que el que sería su amante irradiaba felicidad por todos los poros de su rostro.
    Su camino de presentaciones y su afán de que se le conociera lo llevó a cometer la peor de las locuras existentes, caminar hasta llegar al lado de su hijo mayor y su mujer:
    --O querido hijo déjame que te presente a tú futuro hermano menor. -sin más comenzó con la presentación del joven que no miraba nada entusiasmado a los que tenía enfrente pues no parecía para nada interesado en conocer al que sería su hermano político y la mujer del mismo.
    Sin mucho esfuerzo por parte de ambos se estrecharon las manos y ni cruzaron la mirada.
    --Y aquí está la hija política que cualquier persona desearía poseer, y la mujer que todo hombre sin lugar a  dudas desea. Te presento a Doña Catalina Luna la mujer de mi adorado hijo. -el joven no tomo mucha importancia a dicha mujer, pues para su criterio vista una vistas todas y aunque no estaba para nada convencido de ese enlace era más que evidente que no había marcha para atrás.
    La mujer extendió su mano para que el chico la besara en forma de respeto como debería ser y tal como correspondía este no dudo en llevar acabo el protocolo agarró con delicadeza la mano de la muchacha y la acercó a sus labios. Levantó un poco la vista para fijarla en la chica como forma de saludo y ese instante fue cuando ambos firmaron que estarían en esta sala de juicios sin pensarlo.
     Ni siquiera posó sus labios en la mano de la joven tan solo recibió de él un pequeño apretón y una gran sorpresa en sus ojos, acompañado de una curiosidad demasiado grande.
    Tras ese intercambio el joven decidió ahora si mirar al marido de la joven y al que sería su hermano político, gesto que el marido interpretó como libre desafío del muchacho descarado.
    Sin dudar si quiera el marido de Catalina la abrazó de la cintura y la acercó a él como dejando claro su posición y la de ella. Sin más hizo a la joven girar y la beso con posesión y deseo.
    Beso que la joven respondió sin dudar después de todo se trataba de su marido. Como era de suponer y esperar la hermana pequeña lista y espabilada como era, caminó con forma decidida y descaró hacía el joven espectador del beso y sin pensar en reputación ni nada que no tuviese que ver con que ese hombre era de ella pasó al lado de la otra pareja que ya se separaba y sin dudar un segundo y al ver la risa divertida de su futuro amante lo beso con celos y un fuego arrebatado demostrándole a ese hombre que ella poseía mucho y que podía dar mucho más.
     Pillado por sorpresa pero sin duda satisfecho él también decidió marcar territorio y beso a la chica pelirroja que se le ofrecía sin más dilación después de todo era hermosa, parecía ser decidida y aventurera no se dejaba llevar por las habladurías y no parecía dispuesta a perder.
     Poseía sin duda cosas que a él le gustaban y llamaban, es decir una joven que podría llegar a amar sin mucho esfuerzo, sería por eso que decidió a raíz de ese beso que se casaría con ella sin chistar.
     Los meses a esa cena pasaron volando al menos para dos de las cuatro personas protagonistas de esta historia, pues para las otras dos no fue tan piadoso el tiempo.
    Dos de ellos creían estar llenos de felicidad irradiaban por cada poro de su piel alegría absoluta y de la que nadie dudaba.
   Por otra parte nuestro querido galán no lo pasaba tan bien, un hombre de aventuras y peligros no podía vivir bien en una jaula por muy de oro que esta fuera.
    Es por eso que una noche igual a la de su compromiso en festividad, decidió llevar acabo (a pesar de querer pero no amar que resulta siempre diferente a su mujer) un pequeño acercamiento a la que de una forma u otra formaba parte de su familia.
    Doña Catalina se encontraba cerca de una de las ventanas mientras que su esposo había ido a arreglar ciertas cosas sobre negocios de los que a ella no se le informaban con algunos de sus socios. Una pequeña falta que le costaría cara a su querido esposo pues no llegaría a tiempo de impedir lo que esa noche provocaría más adelante.
    Don Lorenzo con una copa de un líquido espeso al parecer recién descubierto, pero realmente exquisito y que podía llevar a la locura al más cuerdo se acercó a la bella muchacha:
    --¿Qué podría ofrecer yo a cambio de esos pensamientos? -preguntó mientras ponía a la vista de la chica la copa con el rosado líquido.
    Ésta en cierto punto escandalizada pues una joven respetable no debía beber eso, y mucho menos alguien debía de ofrecérselo lo miró indignada.
    --¿Qué os hace pensar si quiera que yo querría dárselos? -y se dedicó a mirar más allá de la ventana añorando quizás una pequeña libertad, pues su esposo celoso de ella como era la tenía en cierta forma confinada a la vista de los demás.
    --¿Añoráis acaso mi señora la libertad robada? -dijo este mirando ahora hacía donde ella miraba y llevando su copa a sus labios. La joven sorprendida por sus palabras lo miró llevando su vista a la copa y los labios del chico para después apartar la vista sin contestar a la pregunta:
    --Veo que no queréis hablar con quién tal vez sea el único que pueda entenderla, pero os diré que tal vez también os pueda enseñar una pequeña libertad. Arriesgada sí, pero libertad al fin y al cabo. -sin decir más pero mirándola directamente a los ojos dejando brillar su mirada intensamente a los ojos de Catalina, y sonriendo traviesamente dejó la copa con un poco de su contenido rosado justo detrás de una de las cortinas y en el alfeizar de la ventana.
    Se alejó de la chica sin volver a mirarla más en la noche, por lo cual no se percató en ese momento de que la joven con no muchas reservas movía delicadamente la copa entre sus dedos buscando con acierto el punto justo en que los labios de él habían sido posados y con cuidado de no ser descubierta vertió por ese mismo lugar el poco líquido rosado que en la copa se encontraba cerrando los ojos y deseando dejarse llevar a esa prometida libertad.
    Segundos después depositó de nuevo la copa en el lugar dejado por él, escondida por el blanco cortinaje, para instantes después ser sorprendida por su marido, que no se percató del destello que los ojos zafiro desprendían en ese momento al contemplar al marido de su hermana política.
    La cual cogía a su marido con fuerza y hacía bailar al son de la música entre risas de ambos, pudiendo notar ella que la risa de él no era absolutamente real.
    Podía ver cariño en su mirar pero no amor, no el amor que veía en los ojos de su marido al mirarla a ella o en los ojos de Elhiza al mirarlo a él.
    La fiesta esa noche terminó sin más y no sería hasta el día siguiente que Don Lorenzo caminaría por la sala de baile ya completamente limpia de la festividad de la noche anterior, que habiendo llegado a la ventana en que recordaba haber hablado con Doña Catalina, descubriría la copa dada la vuelta con un pequeño rastro rosado en uno de los lados y vacía por completo.
    Tras mirar si había posibilidad de que el contenido hubiera sido derramado y descubrir que no había sido así sonrió, pensando que tal vez la ventana se empezaba a abrir.
    Sería ese el primer día que Elhiza Sol comenzaría a sospechar que algo no andaba bien con su amado, pues ese día hasta sus ojos sonreían.

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    Por otra parte Don Mariano Luna no sospechaba que la dicha en los ojos de su mujer no se debía a su alocada noche de pasión y llena de deseo que habían tenido y mucho menos sospecharía que esa noche se debía a que los pensamientos de su amada estaban puestos en otro hombre.
    Es por eso que no encontró inconveniente alguno a que su amada ese día decidiera ir a cabalgar con su hermana política al bosque y decidiese dejarla libre sin pensar en peligros ni nada por el estilo.
    Decidida y segura de su decisión Doña Catalina vistió su traje de montar y cabalgó hasta la casa de Elhiza.    Su cabalgar cada vez era más y más desesperado deseosa de llegar a su destino pero para nada dispuesta a reconocer que se trataba de otra razón la que la llevaba a desear llegar a ese lugar cuanto antes mejor.
    Y mucho menos admitir que su desilusión al llegar al lugar no se debía a que Don Lorenzo como socio de Don Mariano había tenido que asistir también a esa reunión.
    Pasó todo el día con Elhiza y ambas comentaron cosas de sus respectivos maridos, ese sería el error de        Doña Elhiza, contar a su querida cuñada la felicidad de su marido tras la fiesta de la noche anterior, y a su vez contar las maravillas que dicho hombre podría llevar a cabo en distintas situaciones, haciendo soñar a Cataliza y desear en cierto modo eso mismo, sin sospechar que Don Lorenzo deseaba también hacérselo a ella.
    Cuando Don Lorenzo llegó a casa, la alegría que sus ojos reflejaban en la mañana había desaparecido, reemplazada por cierto enfado, debido a los comentarios de su hermano político sobre la salvaje noche pasada con su hermosa mujer. Sin fijarse nada en quien se encontraba en su casa de visita ni en que podía traer lo que hacía, caminó hacía su mujer con furia contenida, y la apresó contra la pared sin prestar la más mínima atención a su invitada.
    La beso con desesperación y sin dudar y tal vez para hacer ver a su invitada la realidad de a quien pertenecía ese hombre Elhiza no abrió la boca sobre la presencia de Catalina, y respondió sin reparos a sus besos ansiosos y a su deseo contenido.
    Catalina asombrada por el comportamiento del hombre, pero a su vez enfadada según ella por su desfachatez se levantó de donde se encontraba y dejó caer su taza de té al suelo rompiéndose en mil pedazos.
    Los amantes sorprendidos por el ruido se separaron uno perdido, la otra sonriente al ver la cara de Doña Catalina llena de disgusto y sonrosada.
Imagen que su amante vio segundos después para quedarse encandilado por esos ojos zafiro fijos en él llenos de enfado, trasmitiendo disgusto y en cierto modo celos, haciendo que los ojos de Don Lorenzo recuperasen cierto tono de felicidad, no muy duradero al ver como Catalina abandonaba su casa dispuesta quizás a no volver jamás.
    Pero el destino es caprichoso, y en cierto modo cruel, este podría haber sido el final de esta historia y ninguno habría salido mal parado más el padre deseaba tener a toda la familia unida y al enterarse de que ambos hermanos no se habían visto en varios meses sin un motivo justificado por nadie decidió que había llegado la hora de intervenir. Pues no podía permitir que lo que le había costado con tanto trabajo conseguir se fuera a la quiebra por dos hermanos peleados.
     El reencuentro fue algo inesperado ninguno estaba enterado de que los otros se encontrarían en la misma casa, el padre había dado órdenes ya que sabía que si alguno se enteraba de que el otro estaría presente no aparecían en la fiesta.
    Cual no fue la sorpresa del hombre ya entrado en años cuando sus hijos al verse se abrazaron con entusiasmo y alegría y se preguntaron mutuamente por sus respectivas vidas.
    Este extrañado decidió observar durante toda la noche de la celebración para así poder determinar si fingían en su presencia o era tal vez otro el motivo que los llevaba a actuar de esa forma.
    Sin siquiera sospechar que todo eso se debía a las dos personas que se encontraban al lado de sus respectivos hijo e hija, los cueles no sonreían pero no apartaban uno los ojos del otro.
     Enfado era sobre todo lo que se distinguía en la mirada oro y zafiro, no obstante debajo había algo más que estaba camuflado por el odio.
    La cena transcurrió tranquila como siempre pero la hora del baile llegó, y seguida de unos cuantos bailes con otras personas, ambos se encontraron en la pista de baile y más por apariencia que por otra razón bailaron la pieza que les correspondía bailar.
    Sus manos se entrelazaron y sus ojos se vieron directamente, palabras no dichas y sin pronunciar pugnaban por salir sin embargo no era lugar ni momento para ello, por lo que siguieron en silencio, reteniendo, y conteniéndose cosa que no es buena en ciertas condiciones.
    Y que como era de esperar no lo fue en esta ocasión, es por ello que cuando el bailo terminó Doña Catalina decidió abandonar la pista de baile, con cuidado y sin ser visto por nadie Don Lorenzo decidió seguirla decidido a hablar, y terminar de una vez por todas con la situación que estaban viviendo que no era para nada beneficiosa para sus respectivas parejas, y aunque como ya dije antes no amaba a Elhiza si le procesaba un tremendo cariño más eso a veces no es suficiente para considerar no hacer daño y sufrir a esa persona si el sentimiento a comparar es el amor.
    Don Lorenzo hizo también su trabajo de no ser visto al seguir a Doña Catalina que su suegro creyéndola sola decidió seguirla pues no era buena idea que Catalina caminara sola por los establos que era a donde se dirigía. Pues semejante belleza de la chica podría ser peligrosa.
    Don Lorenzo sin ser sabedor de que el padre de su mujer le seguía los pasos alcanzó a Doña Catalina en los establos y le habló:
     --¿Es consciente de que no podemos seguir así?
     --¿Es usted consciente de que no tengo nada que decirle? -le dijo esta sin más y sin mirarlo a los ojos.    
     --No fue eso lo que me pareció allí dentro. -dijo este replicándole.
    --Tal vez entendió mal.
    --¿Al igual que con la copa vacía? -dijo este ahora si acercándose más a Catalina.
    --No sé de qué me habla caballero. -dijo intentando apartarse de él y poniéndose nerviosa en cierto modo al recordar su atrevimiento de buscar el lugar exacto de esa copa.
    --O sí que lo sabe señorita y no la dejaré escabullirse de este momento, llegó el momento de aclarar las cosas. Elhiza no se merece esto.
    --Le repito que no tenemos nada que aclarar. -y ahora si se volvió a mirarlo y los zafiros eran fríos muy fríos, al parecer deseosos de no mostrar nada a su interlocutor.
    --¿Por qué bebió el contenido de la copa entonces?, estaba clara la invitación, pero usted…. -dijo este entre confundido y furioso.
    --¿Yo?, yo nada, fue usted el que entro echo todo un semental para montar a su querida yegua. -dijo esta despectivamente y segundos después se arrepintió.
    --¿Mi querida yegua? -dijo el joven entre dientes enfadado por la comparación para segundos después cogerla de los brazos y apretarla contra él: --Fue usted quien se entregó a Don Mariano Luna como si la vida le fuera en ello esa misma noche. Nunca olvidaré su forma de describirla, mientras lo desvestía con ansia y…-se calló seguro de no poder seguir hablando en bajo y sin estar dispuesto a que todo el mundo se enterara de lo que estaba pasando allí.
     --Es mi marido ¿que esperaba que hiciera? -dijo ella entre dientes enfadada:
    --Es mi mujer, ¿qué esperaba usted? -dijo ahora él recordando ese otro punto.
   Ambos se observaron un momento entre confundidos y tremendamente desesperados.
    --Esto es imposible no podemos seguir así. -susurró éste intentando tal vez que si no lo decía en alto no se cumpliría.
    --No hay nada que seguir. -susurró ella en cierto modo desilusionada.
    --Y eso es lo peor, ¿si no hemos hecho nada porque me siento tan culpable y miserable?- dijo este ahora derrotado.
    --Tal vez porque lo deseamos demasiado. -susurro ella ahora, y ambos se miraron devuelta tras esas palabras, y lo inevitable, lo que habían intentado hacer pero sin llevar nunca al final, ocurrió.
    Sus corazones se llamaron a través de sus ojos, y su cerebro dejó de funcionar, oro y zafiro se fundieron en uno, consiguiendo que inevitablemente sus labios siguieran el mismo camino.
    Ambos sin poder evitarlo debido a que sus cuerpos parecían destinados a ello se entregaron el uno al otro.
   Se olvidaron de las dos personas que los amaban por encima de todo, traicionaron los corazones y sentimientos de esas dos personas, para no traicionarse a sí mismos.
    Sin pensar en nada más que en lo que ambos deseaban y amaban culminaron su unión llevando su amor al grado de convertirlo en un delito.
   Llevando el odio y el dolor a dos corazones que solo habían sabido amar, y estar ciegos, por miedo a perder.
   Ambos sin ser conscientes de que unos ojos negros furiosos y llenos de enfado comprendiendo al fin muchas cosas, y tremendamente herido sabiendo lo que esto significaba para sus dos hijos queridos se dejaron llevar hasta el final a sabiendas de que para ambos sería la única vez que se tendrían el uno al otro.    Porque aunque no era amor lo que sentían por esas personas no podían herirlos de esa forma nunca más.
     Estaban dispuestos a renunciar a su amor, por no herir a las personas que tanto habían dado por ellas, no obstante la venganza de un padre herido es algo que no se esperaban ellos dos al llegar a la sala de baile y encontrarse con sus respectivos amantes llenos de rencor y dolor.
    Ambos esa misma mañana fueron llevados a la plaza mayor, donde el populacho los avasalló y les tiró todo tipo de verduras.
     Donde se les humillo de mil formas diferentes.
    Desde el palco de una de las posadas de la plaza mayor los que acusaban veían a los acusados con odio, heridos y enfadados, todo eso camuflaba y hacía que el amor que sentían estuviera ciego. Que la ira y el dolor dominaran sus acciones, llevando a ambos a no ver más que a dos traidores y no a sus dos seres amados. Cosa que seguramente después lamentarían por el resto de sus vidas.
     El populacho tan frío y calculador, tan lleno de ver el sufrimiento en otros en lugar de en ellos mismos. Tan ansioso de ver a otros pagar no dudaron en la sentencia a dictar.
    Traición.
    Máximo castigo a realizar.
    El peor de los castigos por traición, excusas nada más para poder divertirse y desahogarse en cierto modo su propio dolor.
    Es en ese momento que mi amada La bruja Tierra entra en acción. Es en ese momento en que se decide la sentencia en el que ella ha de llevarla a cabo.
    Mira a ambos acusados y siente cierta pena por ambos, pues en sus ojos no hay dudas, son culpables, y se lamentan por ello. Se odian a sí mismos por ser culpables de enamorarse, por ser culpables de amarse hasta el punto de no poder controlarse, y tal vez es porque ambos en el momento en que se da la sentencia la aceptan y ambos al mismo tiempo miran a sus respectivos acusadores y no los miran con reproche ni con odio.
   No los miran con deseos malos ni con ansías de venganza, sino que los observan con culpabilidad y con cariño. Los contemplan con ansias de perdón y deseando que ambos conozcan un nuevo amor, que los sepa valorar por lo que creo que ella La bruja Tierra decidió que en su castigo eterno tendrían una pequeña recompensa.
     Levantó su báculo y con estas palabras habló:
      --Vosotros pecadores, y traidores. Vosotros merecéis el castigo eterno que yo os impondré. Es por eso y que aquí delante de vuestros acusadores, del pueblo que dicto esta sentencia, de vosotros que no negáis los hechos yo os maldigo a no poder amaros libremente nunca. A estar condenados a estar cerca y a la vez lejos.
    Es por eso que a partir de hoy, mi querido cielo tendrá compañía, tú Doña Catalina Luna, a partir de ahora formarás parte del firmamento, serás compañera de penas de la noche y las estrellas, condenada a ver a todo el mundo y no poder amar nunca más a nadie ni poder tocar a tu ser amado nunca más.
    Esta es tú condena.
   Y Tú Don Lorenzo Sol serás condenado a acompañar al cielo las doce horas restantes que no se encuentre ella ni las estrellas. Serás condenado a ver a todos vivir sus vidas disfrutarlas llenas de aventuras y movilidad.   Mientras que tú nunca podrás disfrutar de eso, además de nunca más poder acercarte a nadie ni amar a nadie.
    Ambos acusados escucharon su castigo y se miraron.
   Sus ojos se encontraron una vez más y la bruja Tierra tuvo que apartar la mirada yo sabía el motivo de esto, pues ambos se trasmitían el amor que se sentían el uno por el otro, y sin más ella dijo el hechizo que hizo que el cuerpo de ambos comenzara a desaparecer. Unos segundos antes de desaparecer por completo ambos consiguieron rozarse una milésima de segundo, haciendo que ella perdiera un momento de concentración y así consiguiendo algo de tiempo para despedirse.
   Más a pesar de que ya nunca más estarían juntos ambos amantes decidieron ese segundo entregárselo a las personas que habían herido que en ese momento no supieron apreciar esa despedida de ellos.
   Mí querida bruja Tierra, tan amble y como siempre decidió entregarles unos segundos diarios para ambos.
   Nunca podrían tocarse, nunca más podrían estar juntos, nunca jamás podrían entregarse uno al otro, no obstante unos segundos al día podrían verse a los ojos una vez más y así reafirmar diariamente lo mucho que se amaban.
   Y cada día su segundo se incrementaría, según se iba acercando el verano, para cuando volviera el invierno volver a menguar el tiempo de estar juntos.
   Es por eso que la Luna y el Sol muy pocas veces están a la vez en el cielo y cuando están, están en lugares completamente opuestos. Debido a la sentencia y a su castigo eterno solo pueden verse un corto periodo de tiempo pero nunca, nunca tocarse el uno al otro.
   Aunque a mí me gusta pensar que mi querida Bruja Tierra les quiso regalar algunos momentos íntimos cada cierta cantidad de tiempo para poder soportar ese castigo eterno.
   Y es cuando hay algún eclipse de Sol o de Luna, que ambos pueden al fin tocarse y rogar por que llegué pronto el próximo encuentro después de todo lo único que hicieron fue amar.
   Por muy caprichoso que sea el destino y todo lo demás el amor es un sentimiento imposible de controlar, no te enamoras de quien tú quieres por desgracia, y una vez te has enamorada de alguien es casi imposible olvidar a esa persona por mucho que te lo propongas. Es por eso que a veces el amor es lo peor que te puede pasar, más también y nadie puede discutirlo es algo que puede darle sentido a todo lo demás.
    ¿Quién puede culpar a la Luna y el Sol por dejarse llevar?, ¿Acaso deberían de haberse contenido?
    ¿Alguien alguna vez ha sido capaz de llevar semejante cosa a la práctica?
     Bueno esa es la historia de Doña Catalina Luna y Don Lorenzo Sol, espero que no sean juzgados por todos como culpables, y que algunos piensen como mi querida Bruja Tierra y tengan cierta piedad de ellos, pues amar no siempre es fácil y ellos ya están pagando con su:
                                                                      Castigo Eterno.
Fin.

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