martes, 12 de julio de 2011

Superando el miedo.

Superando el miedo:



Miré todo a mi alrededor deseando poder explicar que era lo que me estaba pasando, después de todo lo único que recordaba eran tus ojos marrones mirándome fijamente.
No era capaz a recordar mucho más de lo que había pasado, me incorporé y descubrí que todo a mi alrededor era de un color blanco que podía llegar a cegar a todo el que se quedará mirando mucho tiempo.
Sabía que me encontraba encima de algo, pues estaba completamente tumbada. Así que me decidí a levantarme e incorporarme completamente.
Poco a poco me fui acostumbrando a lo que había a mí alrededor y al ir caminando me encontré con que había una puerta igual de blanca que todo lo demás y a la vez si te fijabas bien, igual de distinta.
Sentí que esa puerta me llamaba, que reclamaba toda mi atención, y sin poder evitarlo caminé hacía ella intrigada y con un montón de dudas, ¿dónde estaba?, ¿por qué sentía que no era aquí donde debería de estar?
Caminé con decisión hacía ella, pues nunca me había gustado dejarme llevar por las dudas y la indecisión, prefería siempre afrontar las cosas de frente y sin vacilar y que fuese lo que fuese lo que me esperaba al final de ese camino que había comenzado a recorrer lo aceptaría sin más. Pues yo lo había elegido y no debía de arrepentirme de haberlo hecho.
Llegué hasta esa puerta y alargué mi mano hacía el pomo que al igual que lo demás era blanco y se camuflaba muy bien con todo, estiré mi mano hacía este y lo agarré sin más. Intenté tirar de él para abrir la puerta pero al parecer no era así como se abría porque esta ni siquiera se movió así que probé a girar el pomo, y de repente sentí un fuerte dolor en mi cabeza.
Tuve que cerrar los ojos con rapidez, pues el dolor fue realmente intenso, y una sonrisa acompañaba ahora a esos ojos marrones que recordaba.
A pesar de que los recordaba no era capaz a saber a quién pertenecían y eso me hacía sentir un fuerte dolor más no en la cabeza sino en el corazón.
Quise llorar de impotencia sin saber bien el motivo. No obstante preferí esperar y aclarar un poco mi mente ya que me resultaba absurdo abandonarme al llanto sin saber a qué se debía.
La puerta al fin se abrió por completo y pude encontrarme en un gran jardín lleno de flores de diversos colores, y de una cantidad enorme de animales.
Me fijé que no todo en ese lugar era hermoso y es que si mirabas en la lejanía podías ver que el cielo azul y despejado se encontraba cubierto por innumerables nubes negras y por una cantidad tremenda de rayos y relámpagos.
Todo era oscuridad una demasiado grande y aterradora, y he de confesar que a mí era una de las cosas que más miedo me daban.
Caminé por ese hermoso paisaje intentando por todos los medios no mirar a lo que me asustaba, intentando ignorar ese lugar a pesar de que me estaba llamando con insistencia. Sin embargo siempre había sido muy buena a la hora de resistirme a lo que no conocía y a lo que me daba miedo. Si de algo estaba orgullosa era de que siempre había sabido controlar mi curiosidad y sobre todo mis miedos.
Me centré en buscar todo lo que me gustaba de ese lugar y en fijarme solamente en lo que me rodeaba, después de todo este era realmente hermoso y sobre todo atrayente.
Intenté cerrarme en él, y dejarme llevar, más había algo que me lo impedía, algo que no me dejaba, y era la otra parte de ese hermoso lugar.
--¿Acaso no podrás resistirte esta vez? -una voz que estaba de por más segura que nunca había escuchado se hizo presente. Me giré para buscar al propietario de esa voz pues estaba segura de que se trataba de un chico.
Me encontré con un joven de unos dieciséis años de edad, de cabellos castaños y ojos marrones idénticos a los que recordaba y una sonrisa igual a la que había visto hacía unos momentos. Aun cuando era igual, era diferente, no sabía en qué sentido, pero había algo diferente en esa sonrisa.
--¿Quién eres? -pregunté sin poder identificar a ese joven.
--Me llamo Adrián y deberías de acordarte de mí después de todo siempre hemos sido amigos. -me dijo sonriendo de nuevo y caminando hacia mí.
Su forma de caminar para alcanzarme me hizo quedarme mirando hacia él como perdida e hipnotizada por sus movimientos.
--¿Te conozco? -pregunté en un susurro, este se detuvo y me miró entre sorprendido y ofendido.
--¿Cómo demonios te has podido olvidar de mí? -me preguntó con cierto tono de enfado en su voz.
Negué en toda respuesta a su pregunta pues no estaba muy segura de que era pero algo me advertía que no lo conocía, que no era quien decía ser, que sin duda había algo en él que no estaba bien, que sí que lo conocía más no a él realmente y si eso era así.
¿Entonces, a quien conocía yo?
Intenté ignorarlo por no estar segura de lo que estaba pasando ahí, y me fijé otra vez en el hermoso paisaje de mi alrededor.
Algo en ese lugar llamó mi atención se trataba de una especie de fuente en mitad de ese hermoso jardín, a pesar de ser hermosa, y de desear con todas mis fuerzas acercarme a ella y beber de su agua para quitarme la sed algo me decía que no era buena idea hacerlo, pero a pesar de eso caminé hasta la fuente para poder contemplarla desde más cerca y así intentar olvidar a Adrián.
Que ahora caminaba a mi par.
El chico no cesaba de hablar, y hablar, intentando llamar mi atención, pero no lo conseguía pues era como si toda yo quisiera ignorar su existencia, a pesar de que si lo hacía sabía que me quedaría sola.
Y eso también me asustaba.
La oscuridad y la soledad eran dos cosas que me aterraban mucho, sería por eso por lo que a pesar de hacer que lo ignoraba no lo hacía del todo y escuchaba palabras sueltas de él y le ponía el mínimo de atención por miedo a que desapareciera del lugar.
Llegamos donde la fuente y decidí sentarme en el borde y contemplar el agua que me mostraba el reflejo de una joven de cabellos castaños y un poco ondulados por los hombros, unos ojos marrones oscuros que a pesar de que tenían cierto brillo no parecían irradiar felicidad, unos labios finos pero sin rastro de sonrisa en ellos, y una cara redondeada pero fina.
No parecía tener más de dieciséis o diecisiete años, y lo cierto es que aunque me parecía conocida no era capaz de identificarla del todo.
Estaba tan sumida en esa imagen que me asusté cuando una copa con un líquido transparente apareció en mi campo de visión.
Levanté la vista asustada y me encontré con la sonrisa de Adrián era él el que me ofrecía esa copa con ese líquido transparente.
--Bebe estoy seguro de que estas sedienta.
A pesar de que sabía que no era la mejor idea, cogí la copa entre mis manos y con ciertas dudas la lleve hacía mis labios.

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Agarré con fuerza mis cabellos castaños, y cortos, y tiré de ellos con desesperación, ¿por qué había pasado todo esto?, ¿por qué no fui capaz de ver el peligro antes?
Si hubiera frenado a tiempo tal vez esto no estaría pasando.
Me encontraba enfrente de una puerta verde que tan solo tenía dos ventanitas redondas a una altura que no me dejaban ver nada, y después de llevar más de media hora aquí fuera desesperado intentando ver algo me había dejado caer al suelo. Tenía mi cabeza entre las rodillas y mis manos como ya dije antes arrancando hasta el último de mis cabellos castaños.
De mis ojos marrones no habían dejado de salir lágrimas y más lágrimas, y estaba seguro de que nunca pararían de salir si quien saliera por esas puertas me daba la noticia que más miedo me daba recibir.
-ADRIAN.- La voz era inconfundible hasta su típico alcance al vocear. Era mi madre la que corría en mi dirección y gritaba mi nombre con cierta desesperación pero con alivio impreso en su voz.
Cuando llegó a mí, se dejó caer sin mucho cuidado a mi lado y me abrazó con fuerza, cosa que yo no quería que hiciera:
--Gracias al cielo que estas bien, y no te pasó nada, no sé qué habría hecho si…. No quiero ni pensarlo. -seguía murmurando palabras en voz baja mientras me daba besos en la cabeza, supe enseguida que mi padre también había llegado por que sentí sus pasos más tranquilos llegar hasta nosotros.
--Menos mal. -lo escuché murmurar a nuestro lado y sentí su mano en mi cabeza mientras me revolvía un poco el pelo. No pude evitar llorar más aun, ahora que ellos estaban aquí me sentía peor aún.
Sentirlos tan cerca y saber que ella podía estar tan lejos ahora.
--NO, NO, POPR FAVOR NO.- Su voz me llegó como un puñal y me separé de mi madre con rapidez, y sin saber cómo ni con que fuerzas me levanté del suelo donde me encontraba sentado.
Una mujer de cabellos castaños largos, mal peinada de ojos azules que no se parecían a los de su hija, de figura más alta, y delgada, se encontraba hablando con un hombre mayor de cabellos canosos que negaba con algo de tristeza reflejada en sus ojos. Al parecer le estaban informando de la situación en que se encontraba su hija en esos momentos.
Sus ojos no tardaron en encontrarse con los míos y sentí que me derrumbaba en ese mismo lugar, pues su azul el cual solo había visto una vez lleno de vida a pesar de todo lo que yo sabía que había tenido que pasar, ahora brillaban llenos de miedo y desesperación. Aunque al clavarlos en mí cambió a un odio increíble de describir, y sabía que me lo merecía. Maldita sea si nunca la hubiera persuadido para que montara en la moto conmigo.
No pude actuar a tiempo o tal vez no quise hacerlo porque sabía que me merecía lo que pasó, ella caminó hasta mí. No escuchaba lo que me decía, tan solo podía ver su dolor, su sufrimiento, y tan solo sentí sus golpes una cachetada en mi cara, que seguramente estaría roja durante algunos días y varios puñetazos de desesperación en mi pecho.
--Te odio, te odio, no quiero volver a verte a su lado nunca. -su voz me llegaba lejana, y ya no sentía sus golpes, y menos cuando mi padre la cogió entre sus brazos para intentar tranquilizarla mientras mi madre me cogía a mí para alejarme de ella.
--Lo siento, de verdad que lo siento. -pude murmurar y no estuve seguro de que ella me escuchara, pero yo si escuchaba su llanto.
Y a mi padre intentando tranquilizarla y a mi madre intentando decirme que no era mi culpa que no le hiciera caso.
Más yo sabía que sí que era mi culpa que ella estaba así por mi culpa, ¿Cómo era posible que yendo los dos solo ella saliera herida?
Sentí de repente que me pesaba todo, que mi cuerpo ya no podría soportar más, y poco a poco me dejé caer al suelo mi madre cayó conmigo preguntándome sin duda que tenía.
No obstante no le conteste, no sabía que decirle ni cómo explicarle que de un momento a otro sentía que algo se separaba de mí poco a poco, que algo se estaba desprendiendo de mí con cuidado y disimuladamente, que parecía querer quitarme algo que me pertenecía con tanta sutileza que no me estaba ni percatando de ello.
Me agarré el pecho al sentir un fuerte dolor, ¿qué me pasaba exactamente?
Sin saber el motivo miré a la puerta verde con desesperación sabiendo quien exactamente se encontraba ahí, de mis ojos comenzaron a desprenderse lágrimas, a pesar de que mi mente se negaba a pensar en lo que estaba diciéndome mi interior.
Negué con fuerza intentando dejar de pensar en que lo que estaba sintiendo se debía sin duda a que ella se estaba alejando de mí poco a poco. Me levanté y sin pensar en nada más que en ella empujé a mi madre que intentaba retenerme a su lado, y corrí a la puerta de la que me había alejado sin saber el motivo.
--No, no puedes, no puedes irte. -susurré mientras caminaba hacia la puerta con miedo a lo que podría escuchar detrás de esta.
Por otro lado a mis espaldas mis padres y la madre de ella me miraban con ciertas dudas:
--¿Adrián? -escuché que mi madre me llamaba y ya caminaba hacia mí, pero yo hice como si no la hubiese escuchado intentando ignorar todo a mi alrededor menos lo que estaba sintiendo en ese momento.
Posé ambas manos en la puerta con miedo uno demasiado grande e imposible seguramente de ocultar, y con cuidado llevé mi cabeza hasta esta. Sabía que posiblemente esto me dolería como nada nunca me había dolido, más algo me decía que debía de escuchar, así que posé mi oreja derecha y escuche a través de la puerta.
No se escuchaba gran cosa, y estaba seguro de que no podría escuchar nada. Hasta que sin saber muy bien de donde, comencé a escuchar una de esas máquinas que te suelen poner en las series de televisión para el corazón, y sentí que el mío mismo se detenía para poder escuchar esa máquina.
De pronto mi corazón comenzó a escucharse de nuevo al mismo ritmo que el de la máquina, era un palpito lento pero constante, sentí cierto alivio por unos segundos, pero también un inmenso miedo.
¿Si escuchaba esa dichosa máquina y sabía que su corazón latía, por qué tenía tanto miedo?
De pronto recordé lo que ella siempre me decía que no debía dejarme llevar por el miedo, que no debía de rendirme y sonreí de medio lado. Ella siempre era positiva y yo debía de serlo en esos momentos porque ella me necesitaba.
Cerré los ojos he intenté imaginármela y su sonrisa me inundó por completo, sus ojos marrones llenos de optimismo, llenos de alegría y sinceridad.
Sonreí tristemente al recordar su estado antes de desmayarse en mis manos, recordaba que lo último que había visto eran sus ojos perdiendo ese brillo, y sentí una punzada.
Abrí los ojos con rapidez pues de repente los sonidos de la máquina habían comenzado a variar y ya no eran igual ni de lentos ni de rítmicos. Dejé de respirar mientras ponía más atención al pitido de esta, y sentí que todo dejaba de tener sentido al escuchar un solo pitido distante pero seguido sin ningún rastro de interferencia.
Un pitido continuo y desesperante que me hacía sentir que todo dejaba de tener sentido para mí.
Deseé con todas mis fuerzas que mi propio corazón dejara de latir sin embargo eso no era posible, no podía ser y me derrumbé. Caí al suelo mientras que de mis ojos se desprendían un sin fin de lágrimas y de mi garganta salía un grito de desesperación y una sola palabra cargada de odio, amor y todo el dolor que tenía dentro:
--ANA. -mi grito alertó a mis padres y a su propia madre, que escuché como comenzaba a negar con desesperación y como mi madre corría hacía mí. Más no la quería cerca, no deseaba sus besos y palabras de consuelo solo la quería a ella. Grité una y otra vez su nombre mientras golpeaba la puerta verde con odio por separarme de ella en esos momentos.

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Solté la copa cuando el líquido transparente rozaba mis labios, y esta calló al suelo haciéndose mil pedazos y derramando su contenido en la verde hierva que allí se encontraba.
Me levanté de donde me encontraba sentada y miré a mí alrededor pues al sentir el frío líquido en mis labios una imagen me había atravesado la mente. Una mujer de ojos azulados llenos de lágrimas lloraba con desesperación.
--¿Qué ha sido eso? -pregunté llena de dudas, y miré a donde la copa se había caído, y me encontré con que todo el verde se había perdido al menos en esa zona. No sabía el motivo de eso pero de todas formas me alejé de allí.
--¿El qué? -me preguntó Adrián sin entender.
--Esa voz. -dije en un susurro sin estar muy segura de si debía o no hacerle saber que había escuchado la voz de alguien gritar un nombre con suma desesperación.
--Yo no he escuchado nada. -escuché que este decía.
Pero yo ya no lo escuchaba a él pues a pesar de que su voz no me era conocida la de la persona que había gritado hacía unos instantes sí que me era familiar. Me giré y mis ojos se encontraron con ese oscuro cielo y ese negro territorio.
 A pesar del miedo que ese lugar me inspiraba sabía que venía de allí esa voz que había escuchado. Tragué saliva al darme cuenta de que por primera vez iba a tener que enfrentarme a lo que más miedo me daba si quería seguir o encontrar el lugar de donde provenía esa voz.
Comencé a caminar hacía ese lugar lleno de oscuridad, tenía miedo uno demasiado grande, pero una vez dado el primer paso ya no había marcha atrás para mí. Nunca había retrocedido y no empezaría a hacerlo ahora además de que me llamaba y algo me decía que ese era el camino correcto.
--¿Qué haces a dónde vas? -me preguntó Adrián con miedo en sus ojos.
--Debo ir allí.
--No, estás loca, eso es lo que más miedo te da, siempre ha sido así.
Lo miré sorprendida de que él supiera eso.
--¿Cómo lo sabes?
--Ya te lo he dicho te conozco de siempre, somos amigos desde pequeños. -me dijo con desesperación.
--Lo sé. -dije al mirarle a los ojos, a pesar de que algo me decía que era verdad, otra parte de mí me advertía de que había algo de mentira ahí.
--No vayas, sé que no es buena idea, eso no será bueno para ti. -me dijo este más no dejé de caminar hacía ese lugar con decisión.
--Ana escúchame. -me dijo este con insistencia y caminando detrás de mí: --sé que no es buena idea. Acabarás en un rincón llena de miedo y yo no podré ayudarte.
--Sé que me conoces y si es así debes de saber que una vez he decidido algo nada me hace cambiar de idea. -le digo sin mirarlo:
--Puede que sea hora de que comiences a recapacitar sobre esa cuestión. -me dijo este con cierto tono de reproche.
Yo me detuve ya en los límites del jardín y tras suspirar y respirar profundamente me gire a mirarlo, y con una sonrisa en mi rostro le dije:
--¿Y no sería mejor comenzar a enfrentar mis miedos? -y di el paso que me hizo encontrarme en la absoluta oscuridad. Escuché una vez más la voz de Adrián llamarme y supe que aquí él no podía seguirme.
Estaba sola y en una total oscuridad. El miedo comenzó a hacer mella en mí, y no pude evitarlo comencé a sentir un poco de frío y sin pensar en el camino ni en nada comencé a correr hacía ningún lugar en especial.
A pesar de que el miedo me cegaba cada vez más sentía que este lugar era mi lugar, que este sitio era el correcto. Que si seguía lo encontraría, que si continuaba sin retroceder tendría mi recompensa.
Corriendo sin cesar llegué a una cueva, y sin pensarlo me adentré en ella.
Al parecer fue lo mejor que pude haber hecho pues al final de esta vi que había una luz, y una alegría inmensa me embargó.
Comencé a correr con más ganas, y sonreí abiertamente llena de esperanza y alegría. A cada paso que daba, imágenes y más imágenes se adentraban en mi mente, no obstante ahora no me provocaban dolor sino que por el contrario me llenaban de alegría y me hacían desear cada vez más el llegar a rozar esa intensa luz al final del túnel.
Una de las imágenes que me golpeó con mayor intensidad que las otras fue la imagen de la mujer de ojos azules a la que ahora reconocí como mi madre, y lloré de alegría al saber que podría verla de nuevo pues algo me decía que sería así.
Sin embargo esa imagen fue de nuevo cambiada por otra más. Una imagen que nunca creí que provocaría lo que provocó en mí en ese momento.
Adrián me sonreía abiertamente mientras me guiñaba el ojo y me decía que no era nada peligroso que serían cinco minutos y que seguro que me gustaría.
Recordaba la moto, el casco, la velocidad, su sonrisa, su seguridad, y por último su miedo, su inmenso miedo a perderme.
Sentí que mi corazón se aceleraba al darme cuenta de algo que hasta ese momento no había notado, y era lo mucho que lo quería, y que por más que me hubiese negado a creerlo lo amaba, ¿Cómo pude estar tan ciega?
No sabía exactamente el motivo, pero ahora solo deseaba responder a su llamada de desesperación a su grito lleno de dolor. Solo quería poder responderle a su voz gritando mi nombre.
Caminé cada vez con más ansias después de todo el miedo aún seguía ahí pero por el momento solo podía desear llegar a la luz donde estaba segura me estaban esperando esas dos personas tan importantes de mi vida.
Y para las que yo estaba segura era una de sus soportes más importantes.
Llegué al final de ese túnel y la luz me envolvió por completo, cegándome y obligándome a cerrar los ojos haciendo que la oscuridad volviera de nuevo a mí.
Sentí un miedo atroz, pues después de haber estado tan cerca de ellos no quería volver a perderlos.
--Te has enfrentado a tus miedos con éxito esta es la recompensa a tus méritos. -escuché que alguien me decía, y después solo pude sentir paz.
Una gran paz infinita.

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Mi garganta ardía a más no poder, pero a pesar de eso no había desistido en mi intento de llamarla y hacerla que me escuchara.
A pesar de que sabía que estaba lejos de mí y que lo más seguro es que no pudiera escucharme, no podía dejar de gritar su nombre con todas mis fuerzas demostrándole que no estaba dispuesto a rendirme y perderla.
Me sentía un maldito imbécil, y un miserable que no podía seguir adelante si ella no estaba cerca de mí.
Había sido un cobarde todo este tiempo y nunca le había dicho lo que sentía por ella. Tal vez porque sabía que ella estaba loca por uno de mis amigos y que no tenía oportunidad, más sin embargo era yo el que se estaba desgarrando por dentro al saber que ella se marchaba sin poder hacerla volver.
Sentí más pasos detrás de mí y supe que alguien más había llegado, pero no quise saber de quien se trataba, solo me importaba ella y el vacío que me llenaba.
Qué ironía más grande.
-¿Cómo está?- escuché que preguntaban, y supe que él había venido. Me giré enfadado a pesar de ser mi mejor amigo no podía perdonarle. A pesar de que no tenía ninguna culpa de nada,  aun sabiendo que el único culpable de todo era yo. No podía evitar odiarlo porque todos los pensamientos de ella habían sido siempre de él.
Estaba tan enfadado o tan solo buscaba una forma de hacerme un daño irreversible que me levanté y quise golpearlo con todas mis fuerzas.
Él no era culpable de nada, él tan solo había venido a animarme, él tan solo venía a apoyarme en este momento, no obstante eso no me importaba en absoluto. Tan solo quería sentir dolor y sufrir, aunque más de lo que ya lo estaba haciendo seguramente nunca podría sentirlo.
Él me miró con tristeza, y tan solo sonrió con bastante amargura, y me dijo:
--Lo siento amigo, se cuánto la querías. -escucharlo hablar en pasado me enfureció más y me abalancé contra él.
--No hables así, ella no está, no, ella no. -le dije furioso y le golpeé. Mi padre no tardó en separarme de él el cual me miraba ahora con lágrimas en los ojos. Sentía lastima de mí, sentía pena por mí.
Volví a dejar caer lágrimas por mis mejillas, cuando escuché que la puerta verde que me separaba de ella se abría. Me giré y miré al médico que salía acompañado por una enfermera cuando se quitaron las mascarillas sendas sonrisas se reflejaban en sus rostros y vi la luz como si nunca antes la hubiese visto.
--Ha sido muy fuerte. La verdad es que si no hubiese luchado tanto no creo que hubiese conseguido salir con bien de esta. -dijo la enfermera y el medico al ver nuestras caras aclaro: --Hubo un momento en que su corazón se detuvo y se mantuvo así por un minuto. Sinceramente creímos que todo estaba perdido, pero después de darle un masaje cardiaco conseguimos que volviese a funcionar. El resto del tiempo se mantuvo un ritmo lento y constante hasta hace unos momentos que se detuvo de nuevo.
Más como bien dijo mi compañera al parecer es una gran luchadora porque su corazón se volvió a poner en funcionamiento un poco después, ahora se encuentra dormida, y es posible que este así un día o dos. Por precaución la mantendremos dormida, después de ese periodo la despertaremos para ver si ha sufrido algún daño cerebral o algo. Aunque las placas no mostraron nada grave en el cerebro debido a que llevaba el casco puesto.
Este siguió hablando sin cesar pero yo dejé de procesar lo que decía al ver que salía una cama en la que ella se encontraba acostada.
Me solté de mi padre y corrí hacía ella, aunque no fui el único pues como era de esperarse su madre también corrió a su lado.
Ella agarró su mano y comenzó a besarla con dulzura mientras que acariciaba sus cabellos y lloraba.
Yo por mi parte no me atreví a tocarla pues ya bastante daño le había hecho pasar.
Seguí la camilla desde una distancia prudente y vi como la metían en la U.C.I lugar al que no dejaban entrar a nadie ni siquiera a su madre.
Mi madre se acercó ahora a su madre y le ofreció ir a la cafetería. Mi padre decidió acompañarlas y yo me quedé mirando el lugar perdido en mis pensamientos hasta que sentí que alguien me acompañaba.
--Es fuerte, tranquilo en dos días estará de nuevo hablando como una loca. -no pude evitar sonreír ante su comentario:
--Lo siento. –susurré, este tan solo hizo una mueca y movió su mano despectivamente:
--No tiene importancia, además pegas como niña. -y se rió, yo no le miré no podía apartar la vista de donde ella se encontraba: --Creo que va siendo hora de que se lo digas amigo, o lo lamentaras. -me dijo este mientras me palmeaba en la espalda y escuchaba sus pasos para marcharse.
Sonreí de medio lado si tenía una nueva oportunidad, y no pensaba desaprovecharla. Pero el problema era, ¿y si ella me odiaba?
Después de todo, esto era mi culpa, y si ella después de esto no quería saber nada de mí. Tenía miedo, y no sabía qué hacer. Por ahora tan solo esperaría a que ella despertase, y estaría allí para recibir su odio o lo que fuera que me encontrase cuando ella me mirase.
Después de todo ella siempre decía que no había que retroceder, y mi primer paso en este camino había sido seguir a su lado en todo momento así que hay estaría hasta el final fuera cual fuera el resultado.
Y me enfrentaría al miedo que me embargaba.

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Abrí los ojos los cuales me ardieron al recibir la luz de golpe. Los cerré pues sentí que los parpados me dolían al igual que sentía que todo mi cuerpo me pesaba, ¿dónde estaba?, ¿qué había pasado?
Sentí una fuerte punzada en la espalda, y de repente recibí la voz de Adrián llorando en mi cabeza, gritando mi nombre y sin más lo recordé todo.
La proposición de mi amigo, el accidente, sus ojos cargados de miedo, el jardín hermoso, la oscuridad y la soledad, y ese túnel y la luz al final de este.
Sonreí con esfuerzo estaba de vuelta, había regresado.
Sentí que alguien estaba apretando mi mano, y volví a abrir los ojos ahora sabiendo lo que me encontraría al abrirlos y acostumbrada a la luz medianamente.
Los entrecerré y fijé mi vista en quien se encontraba cogiendo mi mano y me encontré con mi madre que estaba dormida. La miré con cariño y me dispuse a mirar todo lo de mí alrededor para saber dónde me encontraba aunque ya sabía que debía de estar en un hospital como mínimo.
Paseé mi mirada por el lugar al menos lo que podía abarcar desde mi posición y pude ver que había alguien más en la habitación sentado en el alfeizar de la ventana mirando a través de esta.
Pude ver como se mordía las uñas y supe que estaba asustado. Abrí la boca para llamarlo, quería ver sus ojos, quería volver a verlo, pero de mi boca no salió su nombre sino un quejido de dolor.
Este rápidamente se giró y me miró no tardó nada en estar a mi lado y agarrar mi mano con miedo y susurrar mi nombre:
--Ana. -su voz me inundó por completo y pude sonreír. El tan solo escuchar su voz me hacía saber que todo el miedo que había pasado había valido la pena:
--Adrián. -susurré pues no podía hablar más alto y él comenzó a reír y llorar a la vez:
--Gracias al cielo, al fin escucho tu voz. -me dijo y se acercó a mí y me dio un beso en la frente mientras no dejaba de llorar de alegría.
--Al fin veo tus ojos alegres. -le dije yo aun susurrando pues la última vez que los había visto parecían tremendamente apagados y asustados.
Él tan solo apoyó su frente en la mía y tras dejar caer unas nuevas lágrimas de sus ojos y sonreír de medio lado me susurro:
--Solo porque has regresado. -y sin más me beso en la mejilla.
Cerré los ojos a la vez que él sabiendo que cuando los volviese a abrir él estaría a mi lado pues sus ojos me acababan de decir que ya nunca más se separaría de mí y era algo que estaba dispuesta a cumplir.
Había enfrentado a todo solo por estar de nuevo con ellos, y no iba a dejar que nada me lo quitara.
Después de todo enfrentar lo que temes puedes traerte algo bueno.

Fin.

Bueno esta historia se me ocurrió hoy mientras pensaba en algo que no dejaba de darle vueltas últimamente, es sobre lo que dice la gente que ha estado en coma y ha regresado de este, algo de que ha visto una luz y un túnel, siempre piensan que eso es lo que hay cuando uno muere, pero sin embargo lo que yo pienso es que solo la gente que tiene la posibilidad de volver es esa que puede ver el túnel y es la que ve la luz.
Es el camino que se ven obligados a recorrer para poder regresar al lado de los que quieren, es creo yo una prueba de valor, es por esto que puse lo de enfrentarse a sus miedos en el transcurso, si eres capaz de enfrentarte a ellos, y luchar será recompensado con la posibilidad de volver, y caminar por ese túnel que te hace ir recuperando tus recuerdos según vas caminando por este, recuerdos que te han sido retirados con el fin de hacerte dudar y que no regreses.
La fuente en esta historia y el agua si ella lo hubiese bebido sería el olvido por completo, su corazón el cual se había parado ya no habría regresado a latir.
El Adrián de ese jardín hermoso era lo único que la podía persuadir de enfrentarse a esos miedos, era lo único que podía impedirla regresar, es por eso que él sentía que algo poco a poco se desprendía de él.
Bueno espero que os haya gustado este pequeño relato, en fin espero vuestra opinión sobre él, y sobre mi forma de escribir.
Nos vemos en otra ocasión buybuy y hasta la próxima.

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