martes, 12 de julio de 2011

Muerte de un Vampiro:

Muerte de un Vampiro:

El día que cambiaría mi vida por completo estaba totalmente despejado.
No esperaba poder saber que sería en ese momento de mí.
Temía lo que sucedería llevaba temiéndolo demasiado tiempo como para no esperarlo. Por lo que cuando sucedió no me pilló por sorpresa, aunque fue igualmente doloroso.
Sabía que había estado jugando con fuego demasiado tiempo y no temía lo que fuese a pasarme.
Yo me había metido en ese peligroso juego pues fui seducida por la adrenalina y no temía cual sería el fin de ese camino escogido.
Más era algo tan refrescante y tan atrayente; un mundo lleno de vida, maldita pero vida, uno lleno de peligro y persecución, un mundo deseado por mí que llevaba una vida monótona y aburrida.
El sentir en cada parte de mi cuerpo que podía llegar a perder algo importante.
No me importaba nada, solo disfrutar de todas y cada una de esas sensaciones. Sentirlas y poder seguir con ellas sin importar nada ni lo que pasase ni las consecuencias de lo hecho. Veía cada una de esas cosas y era como ver una película, pero al sentir lo que eso me provocaba sabía que era real, que no era nada de mi imaginación, que lo estaba haciendo yo, que lo llevaba a cabo yo. Eso era lo mejor.
Siempre supe desde el primer momento que cada cosa que hacía o decía me llevaría a este final, este momento y lugar.
Lo había visto y no había la menor duda de que eso era lo que había escogido y para ser sincera no me disgustada en nada seguir hasta el final.
Todo había ido demasiado rápido, tal vez eso era lo único malo de todo esto, que no lo había podido alargar tanto como hubiese deseado hacerlo.
No obstante lo había disfrutado, ahora llegaba la hora de esas consecuencias que no me habían importado.
Los veía a todos rodeándome con cuidado, con miedo, calculando hasta el más mínimo detalle.
Yo sabía que pensaban, había barajado una a una todas las posibles salidas, todas las probabilidades de huida y un montón de cosas más.
Aunque ya no me importaban, eran cálculos que después de llevarlos a cabo los habían enterrado en lo más profundo de mi mente.
Una parte de mí, tal vez la más humana deseaba ya terminar, deseaba el final solo pedía una cosa que sabía y estaba segura de que sería imposible un deseo irrealizable, nunca se cumpliría y no me importaba.
Había vivido de forma plena no me arrepentía de nada, había disfrutado, si lo había hecho no por motivos personales. No tenía traumas, no tenía nada en sí que me hubiese llevado a ese camino o a ese final.
La única razón de haber disfrutado con lo que había hecho era por el peligro que encerraba y al que me había expuesto, por lo que había sentido cuando lo hice por primera vez.
Esa sensación de poder, ese pequeño miedo a ser pillada. Y por ello por la sensación. La adrenalina. Por sentirte en peligro pero a la vez plena por todo ello lo había hecho. Había disfrutado en todo momento.
Saber que gracias a mí había vivido alguna gente la vida que yo misma había escogido. Era la que había concedido maldita sí, pero no obstante una salida, una huida para aquellos que temían lo que había después.
Y yo lo descubría después de tanto tiempo, sabría que había detrás de todo.
Siempre había deseado vivir en el extremo de todo y lo había conseguido y lo había disfrutado, ahora era el momento de terminarlo, de acabar esta partida empezada hace tanto tiempo.
Mis ojos se posaron en el fuego de sus antorchas que ya estaba en su mejor y mayor esplendor.
Si lo mirabas fijamente los ojos te dolerían al menos eso era algo que a mí hacía mucho no me sucedía, aunque su calor era algo increíblemente deseado por mí.
Todo mi cuerpo lo deseaba, como si nunca hubiese sentido ese calor que esa llama de diversos colores producía.
A pesar de que sí que la había sentido, más hacía tanto tiempo que la anhelaba, la deseaba y solo esperaba que no doliera a pesar de que sabía que no sería así.
Ese calor dolería y mucho tal vez no tanto como cuando sentí que lo perdía de mi cuerpo. Aunque en aquella ocasión pensé que nunca más regresaría que me había abandonado para siempre. Sabía que sería un dolor fuerte casi insoportable pero era imprescindible que eso fuese así para comenzar a jugar y disfrutar.
Y pensar que ahora lo sentiría una última vez dentro de mí.
Uno de los que me rodeaban ya había acercado su antorcha a mis pies.
Podía huir, correr pues nunca me habrían atrapado pero no quería, tal vez sería que sí que deseaba conocer al fin a esa de la que una vez escape en su momento.
La paja a mis pies comenzaba a arder todos los demás iban soltando también sus antorchas.
Los vi como se alejaban y salían, no me importaba morir así, no me importaba terminarlo todo sola.
El fuego parecía deseoso de tocar mi blanca y fría piel, parecía que anhelaba tanto como yo nuestro encuentro. La paja ardía deprisa yo la envidiaba, veía fijamente el fuego impaciente, deseosa y quieta.
Mis ojos negros y oscuros cogían color a medida que este se acercaba.
De nuevo esa sensación de peligro extremo. Moriría sintiendo esa sensación y aun ahora que el fuego ya acariciaba mi piel ni ahora que sentía como varios cuchillos se empezaban a clavar en mi cuerpo a medida que el fuego rojo e intenso me besaba. Me arrepentía de nada ni de ninguna decisión tomada, no me importaba nada más que, que ese calor llegara a entrar en mí.
No había frío ya había desaparecido y mis ojos se cerraron poco a poco dejando escapar tal vez por primera vez desde hacía muchísimo tiempo unas gotas de mis ojos.
Al fin volvía a sentir calor lo único que había añorado. Al fin todo ese infierno de frío al que me vi expuesta terminaría.
Ese creo fue mi único castigo por disfrutar de todo y ahora al final ese castigo también acabaría al final de terminar de disfrutar ese frío y ese castigo llegarían a su fin.
Calor y dolor todo iba junto y daba igual ya que solo un poco más y finalizaría.
Solo un último adiós una despedida de esta vida una larga y duradera.
20 años con este calor y casi 300 con frío.
Y ahora después de 320 años de vida todo acaba con ese añorado calor.
Fin

No hay comentarios:

Publicar un comentario